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PETRA V.1.0

Amor Cuántico

Amor Cuántico ¿No te lo dijo Einstein?

Me preguntas por qué tengo esta cara y me pides que te cuente y te digo que creo no sabría describirte porqué y creo que no sé qué palabras representarían lo que hace que te sorprenda tanto en mi rostro.

Pero te puedo hacer imaginar que pude vislumbrar lo que para Einstein era la ilusión del tiempo... pude comprender que cuatro horas inventadas bien pueden decir de lo eterno. Lo que para hoy es ayer y en las estúpidas fracciones de dieciséis cuartos de hora en un cuarto que olvidaremos, hubo un instante, un momento que se me viene a la memoria y tal vez comprendas un poco porque mi cara dice lo que no puedo en palabras:

En la eternidad de un minuto observaba el techo, miraba la pintura descascarándose, conformando figuras cómplices a aquel techo mal cuidado como todo aquel cuarto tal vez. En aquella improvisada decoración, sucedía lo que me desplegaba a otra dimensión, al espacio invisible en donde la mirada enceguecía mi vista y se abrían las puertas sin color: los misterios.

El hombre único, que no nombraré para no dejar la huella de su finitud, me atravesaba del aroma que me pertenecía, del olor que reconocía, que me amaba en ese instante, momento eterno. En mí, el sabor de los trozos de la piel de este hombre eterno, inventándome de sus silencios y aliento. En mí, las manos del hombre visible construían el ritmo de mi respiración. En mí, la transformación para ser la diferencia, ser la hoja en blanco escrita sólo por sus deseos.

En aquel momento burlado a la muerte, extraviado de todo sentido de razón o tiempo, de la completud, el instante en que la desnudez de la intimidad roza los límites de lo comprensible, mis dedos acariciaban, cartografiaban, descifraban cada milímetro de la mano de este hombre enigmático que, ahí para siempre, amaba, amé o amo, te puedo decir en verbos imprecisos de verdad.

La vaguedad de lo sentido sucedía al placer, los surcos imaginados de la mano del hombre imaginario decoraban aquel cuarto de pensamientos desoídos: nada, es la nada: todo.

El hombre divino desde su voz templada mecía mi viaje a la nada, mi tránsito por el amor, mi piel por la vida. Vida, en ese cuarto pétreo y escondido había vida, vida, vívida existencia de ser, presencia de dos que no se miran para amarse, que no se tocan para no olvidarse, que se besan para recordarse, fundiéndonos, atravesándonos, abrazándonos, mezclándonos, comunión de impurezas que inventamos para cobijarnos y decirle al otro: estás vivo.

Sabes, creo que no existe ni se precisa la palabra exacta, sin embargo creo que en amor aún cabe la infinitud de intersticios únicos entre el placer, la vida, el hombre eterno y la mujer invisible que es, fue y será aquello.

Esta bien, está bien, mírame bien a la cara: ¿te das cuenta que cuando te sonrío mis ojos también sonríen? pues eso, eso es.

1 comentario

Roberto -

Qué lindo y sentido, Petra, de verdad. Mis ojos sonríen cuando te leo. Eso es.