Petra V.2.0
Nota: Petra V.1.0 a mudado a Petra V.2.0.
Gracias por visitarme.
Nota: Petra V.1.0 a mudado a Petra V.2.0.
Gracias por visitarme.
A ver, a ver, la cosa está casi lista, de a poco nos vamos mudando. Falta definir bien los colores, que por ahí los encontraron fomes y eso me altera mi armonía vital. Pero juzguen ustedes (traducción al español: juzgad vosotros).
De a poco, o poco a poco. Lento, pero seguro. Sin prisa, pero sin pausa. A Dios rogando, pero con el mazo dando. Que más vale blog en mano que ciento en la red.
Petra V.2.0
Leer el post aquí
Ya sabes tres deseos -mínimo-,
Un abrazo virtualísimo Juan
Me tomaré un stand by (cortito, unos tres o cuatro días na'más), cositas del diario que me convocan a tener todas mis neuronas pendientes de ello.
Pero, tengo una sorpresita: inauguraré pronto nuevo blog, igual a este, pero en el dominio de Blogger.
Os quiero a todos. Mientras cualquier necesidad
escribidme sin tapujos
Sentado sobre sus cuatro ruedas, manejando su impotencia.
Dando punto muerto a su miedo y frente al amor marcando reversa.
Ya de pequeño, en triciclo, esquivaba las piedras.
Tengo más de treinta y menos de cuarenta. Eso significa que estoy en un momento de la vida en que no sabes bien cómo vestirte pues te ofendes si te dicen señora y te ofendes si te dicen señorita. Benditos alemanes que no tienen el vocablo último. Una etapa en la que la gordura ya no es parte de la hermosura -aunque me repitas que estoy bien- y que la crema reafirmante Q10 viene bien como regalo. Tuve los treintayuno de la Aldunate, pero ahora tengo los treintaytantos de Petra.
El asunto es que en estas tres décadas, llevo más de tres décadas viendo tv. Desde que tengo uso de razón, creo que eso me pasó a temprana edad, ha habido un tv en mi hogar. Ya sabes que ahora tengo a mi Venerado Sony Wega.
Creo que más de tres décadas de experiencia televisiva me hacen una persona con autoridad para opinar del tema. No vamos a añadir que me he devorado un número importante de literatura en torno a lo visual y tal, para qué vamos a respingarnos.
Ya que he expuesto mis antecedentes personales para dar contexto a la interjección que da título a este post, procedo a repetirlo, esta vez viene reforzado visualmente:
¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ B A S T A ! ! ! ! ! ! !
Vamos, pregúntame: ¿pero basta de qué Petra?
Esta bien, ya que preguntas, te digo.
La cosa viene por el principio. El impacto de la tv, su discurso, se cuela en nuestras vidas del modo más sutil. De algún modo, toda aquella iniciativa que adquiere interés, pasa a ser expuesto por la pantalla televisiva adquiriendo el valor de lo que es, es decir, si alguien se compró una sandalia exótica en Tambuctú y después esa sandalia sale por tv, al final la mitad del país requiere de tener esa sandalia. No se hace negocio necesariamente, pues en Tambuctú se joden, porque de seguro en China la hacen más barata. Siempre salen ganando los chinos. Bueno, lo que acabo de decir es la lógica del sistema que vivimos, basado en el consumo, eso lo sabes.
Pues bien, como la tv debe sobrevivir, pone productos para que tú consumas y así nos retroalimentamos todos felices. Tú ves el comercial, compras el producto, y el dueño del producto paga para salir en tv, de modo que tú puedas seguir viéndola. Excelente círculo. No sé si vicioso o virtuoso, no me llega a tanto el juicio.
En ese contexto de felicidad, porque hay que añadir que todo lo que consumas te va a provocar una felicidad infinita, o sea, belleza, potencia sexual, salud eterna, en fin, tantas cosas que nos identifican. Hasta el momento el acuerdo va bien. Siempre sabemos que la idea es darnos creatividad para que consumir se nos haga más grato aún. Como si no supieran lo magnífico que se siente cuando llegas a casa con algo nuevo, los frescolines. Sin embargo, en el mismo aparatito que se financia con mi consumo tengo que ver otras cosas entre medio. Programas, shows, noticias, shows, el tiempo, shows, películas, shows.
Ya nos dijeron que la postmodernidad acarreaba el concepto de lo espectacular o sea, todo es espectacular, si no, no es. La tv se ha vuelto exclusivamente espectacular, de ahí que sobreviva tan bien.
Y llegó el concepto de telebasura, uh, que concepto bituminoso para mi Adorado Sony Wega.
Y todo es espectáculo. Evento único e irrepetible. Reiteradamente. Psicóticamente. El circo romano del siglo XXI.
Hasta que oigo decir: Oye, vi al tipo, cómo lo decapitaron los árabes, qué tremendo-,
-...¡¿Qué qué?!-,
-sí, por la tv...-.
Y ahí me tomo un segundo. Just a second. Para comprender que no todo está tan bien. Una cosa es la sobrexposición del morbo, la identificación nociva, las adolescentes locas por tetas de plástico, las noticias sensacionalistas que son mentira (y que me perdone el gremio periodístico al que adoro), los rátings desmesurados por ver lo que sabemos de sobras, o sea, que ya captamos que la cosa es como el ejemplo de los niños pequeñitos que adoran ver una y otra vez la misma peli. Pero, somos adultos.
Como adulta, de más de 30 años de experiencia televisiva, creo que me da lo mismo lo que saque o ponga la tv, pero que de repente se nos haga tema de sobremesa visual un hombre siendo degollado por otro hombre... Me siento, mínimo, de las cavernas.
No me interesa ese discurso que dice pero si es la realidad, es lo que hacen y cosas por el estilo. No señores, esa no es la realidad. Eso simplemente es un vídeo con la muerte arbitraria de un ser humano por otro ser humano. Eso atenta contra la humanidad, uno por el hecho, dos porque me decapitan cada vez que puedo llegar a verlo. La realidad es justamente lo que no vemos: compramos lo que dice la tv para que nos muestren lo indecible. No voy a cambiar el mundo porque no da para tanto, pero no puedo soportar ver que me obligan a sentirme miserable mientras trato de olvidarlo comprando en la liquidación de Almacenes Paris.
No señores. Basta. Hay que despertar.
No quiero apagar el tv, lo adoro. Quiero recibir mi parte del acuerdo: yo te compro, tú me entretienes.
Tétrada de Marshall McLuhan:
1. Cada tecnología extiende o amplifica algún órgano o facultad del usuario.
2. Dado que hay un equilibrio en la sensibilidad, cuando un área de la experiencia se intensifica o eleva otra queda disminuida o embotada.
3. Cada forma, llevada al limite de su potencial, invierte sus características.
4. Todo medio se trasciende a sí mismo y se convierte en algo distinto.
¿en qué te convertiste mi Venerado Sony Wega?
Mi abuelito, que Dios lo tenga en su santa gloria, se llamaba Juan de Dios. Su temple rebelde hizo que en su juventud sacara el de Dios de su nombre. Mi abuelito me contaba historias de la cordillera cuando era pequeña. Una vez me comentó de una fiesta en donde apareció un galán perfilado de cara, se notaba que no era un gañán y al entrar dejó a todos sin aliento. Me contaba la historia con mil modismos del campo chileno y con una fantasía que he heredado ya algo deslavada. El era magistral. Resultó ser que aquel galán era el Diablo. Sí, señores, el Diablo ha sido siempre el invitado en el campo chileno. Hay millones de historias sobre este personajillo, perdón personaje (no vaya a ser que se ofenda). En Chile, durante la noche de San Juan es cuando uno puede encontrarse con él.
Dicen que si esta noche das siete vueltas alrededor de la casa, en la séptima verás al Diablo. Otra superstición dice que si miras la luna (hoy hecha una cosita pequeña, como uñita de bebé) y después la higuera, la verás florecer. Tengo una higuera en mi patio, pero siempre olvido hacer eso, algún día, sino esta noche, veré florecer la higuera. Pero dicen que da mucho miedo, que oyes gruñidos, lamentos y cosas así; hay que ser muy valiente para recoger una de esas preciadas flores y asegurarse la felicidad eterna. Además, que hace un frío de los mil demonios. Uuuh.
Para mí, la noche San Juan tiene, además, el sabor de la verbena, la revetlla. La ciudad de Barcelona, que por estos días ya siente el calor del verano, sale a la calle a festejar. En la noche de San Juan todos comparten su pan, su vino y su galán, gente de cien mil raleas. Dentro de las costumbres catalanas existe la idea de tirar a la hoguera todo aquello que quieres desechar de tu vida.
No es esta noche una noche cualquiera. Así que ha espabilarse y vivirla en su misterio. Yo, por mi parte, recuerdo a mi abuelo, que era un hombre de una sola huella.
La Guitarra y la Higuera. Otra creencia de esta fecha, es que en la noche de San Juan se puede aprender a tocar la guitarra. Sólo debes colocarte bajo una higuera con una guitarra en las brazos y justo a las doce de la noche, un ser misterioso pone tus manos en la cuerdas de la guitarra y por arte de magia, comienzas a guitarrear. http://www.puntolocal.cl/sanjuan/supersticiones.htm
He transitado por mi vida acostumbrada a ir de paso por allá donde voy, costumbre que pocos comprenden. Ni yo.
Días atrás, escribía un post que mencionaba a mi querida amiga Caro y, la otra noche, jugando con el Google, empecé a colocar nombres de personas que conozco, familiares, etc. Y de pronto, sentí la curiosidad de poner el nombre de la Caro.
Magia: una página con su foto.
Química: la emoción me embargó y mi vida pasó ante mí.
Razón: escribí de inmediato al mail del sitio para pedir que me dieran una dirección de contacto.
No es que mi amiga se dedique al show business, simplemente un primo suyo tuvo la genial idea de colocar el árbol genealógico de la familia y allí, en sus ramas, estaba la Caro y, para mi sorpresa mayúscula, su marido Pablo y la divina Alen Maia (la de la foto superior).
Hoy recibí mail de la Caro. Así, sin mediar tiempo, conectadas de nuevo. Si es que alguna vez dejamos de estarlo. No quiero pensar cuantos años han pasado, quizás casi veinte, no sé, desde aquellos días por el café La Moneda en Morón. Tantos recuerdos, tantas anécdotas. Un pedazo de mí se recompuso hoy.
Tal vez encontrarse con un compañero del colegio para quien ha vivido toda su vida en el mismo lugar tenga un sabor similar, no lo sé. Pero cuando has hecho maletas desde temprana edad, la cosa se ve de otra manera. El ruido del avión al despegar te ensordece la memoria, te obliga a resguardar los recuerdos como un fragmento vago, casi ilusorio, sin saber después de muchos años si aquello fue verdad o simplemente lo soñaste.
Pero fue verdad. La amistad tiene el velo del amor filial. Y los ángeles de la Caro -que supe son sus aliados- nos han hecho esta travesura hoy.
La Caro dice lloró de emoción, yo tengo un nudo en la barriga... Estoy tentada de escuchar Rock the Casbah y toda esa nuestra música y recordarla a los dieciséis y darme por llorar también; sin embargo, la sola idea de un aquí y ahora tan sorprendente me llena de algo que no sé describir. Que para eso están los poetas.
Porque este, has de saber, es un momento de poesía en mi vida.
Eres divina, Caro. Aunque pensándolo bien, ¡somos divinas, ché!. Estoy contenta.
Como ando con los cascos hirviendo por la tendencia pecaminosa que poseo (ver post anterior), he pensado contrarrestar las fuerzas del mal con la virtud que corresponde. En mi caso se trata de la paciencia. Uf. Años cultivando la paciencia. Estoy que me dedico a enfrascarla y exportarla como exportación no tradicional. Hasta podría colocarlo en el mercado del comercio justo, quien sabe.
Sin embargo, aquí no estamos hablando de limar asperezas de una personalidad compleja, no, estamos hablando de la lucha del bien contra el mal. La lucha eterna. Para que la generación McOndo entienda: yo simplemente vengo a ser un poco de ketchup de este sandwich histórico. Pero soy un ketchup inquieto, sujeto a ser embolsado en pequeños paquetitos a veces, otras derramado en forma pecaminosa por las texturas que el apetito voraz de quienes se comen el sandwich no controlan.
A ver la metáfora del ketchup me suena muy aserejé, ja deje tejebe tude jebere sebiunouba majabi an de bugui an de buididipí. Seré más clara. La paciencia es una virtud que me cuesta cultivar porque no creo estar a la altura de esta batalla divina. Ego suum to much mediocre para tanta maravilla celestial.
Ahí está el desafío, me digo. Eso me lo digo porque una sagitariana no puede estar sino buscando sus propios desafíos, lo leí por ahí. Brad Pitt es sagitario también, igual que Malkovich, y Bosé es Aries. Lo curioso es que me llevo bien con los planetas, pero me he dado cuenta que mientras ellos vagan por el sistema solar tranquilamente, hacen de las suyas en mi vida sin yo apenas alterar la suya. Que no le ando criticando a Saturno que lo hallo medio fome y a Urano que paser tan grandote es tan caótico. No, yo los respeto. Pero ellos, ahí están. Plutón jodiéndome por 12 años, complejo de enano, eso es lo que tiene. Pero bueno, haz lo tuyo, mientras yo aquí tecleo sin sentido, sintiéndome ketchup que debe cultivar la paciencia.
Como decía, el desafío está en no ser tan mediocre como para dejarme llevar por el miedo en esta lucha divina en la que ahora me encuentro.
A mí me gusta Flaubert por su Madame Bovary, también he sucumbido a Werther de Goethe. El asunto es que los he leído más de un par de veces. Sin embargo me atrae la teleserie de Emma y Carlos Bovary. La releo y pienso que nada ha cambiado en nuestro ser, ¿ser mediocre?. La diferencia es que ahora este ser mediocre ha tomado matices más pixelados, saturados, que le dan otro sentido. Hoy las guerras se dan por la tv, estamos en otros paradigmas, you know what I mean. Mi parte de ketchup feminista siempre ha sido muy vulnerable a la verdad que Flaubert escribió. Siempre odié mi lado Bovary, lado que creo es herencia innegable al cabo de los siglos y los siglos.
Mi ira me obliga a decir atrocidades, semiverdades vbituminosas (me encanta ese adjetivo, se lo leí a Lovercraft por primera vez). Asimismo, la paciencia me obliga a contemplar la belleza del silencio. Y ahí, en medio, yo.
Un yo que no tiene importancia, concluyo. Lo grandioso, lo fascinante, el misterio más grande es que ese yo está siendo testigo de la lucha eterna. El bien y el mal batiéndose a duelo, el ensayo y el error, la destrucción y la construcción. Lo binario, que tanto le gustaba a Barthes, redescubierto ante mis ojos, para quizás empezar a descubrir el misterio del mundo que parece sandwich y que jamás fue numerable.
p a c i e n c i a
Aquí el tiempo no cuenta; un año no importa y diez años no son nada; ser artista significa no calcular ni medir; madurar como el árbol que no apremia su savia y se yergue confiado en medio de las tormentas de primavera, sin miedo a que después pueda no llegar el verano. Pero el verano siempre acude. Sin embargo, acude sólo para los pacientes, para aquellos que tienen ante sí toda la eternidad, tan libres de cuidado, serenos y distendidos. Lo aprendo a diario, lo aprendo en el dolor. Estoy muy agradecido al dolor. ¡Todo es paciencia!
Rilke en una carta a Franz X. Kappus, aspirante a poeta que se dirigió a él para pedirle opinión sobre sus versos. 1907.
No podré pensar en Aquiles, sin imaginar a Brad Pitt. Porque, sabes, estaba yo pensando en mi ira y recordé aquello de la ira de Aquiles, e inmediatamente imaginé a Brad Pitt. Me causó gracia. Pero volví a enfocarme en mi ira. Deambulo últimamente por el camino del crecimiento espiritual; obligada, porque el sendero del crecimiento económico lo estoy llevando fatal.
Así es. Mi gran pecado capital: la ira. Estallo en cólera. A veces siento hervir mi sangre, mi cuello deja entrever la vena hinchada y casi dejo de respirar. Ira. Rabia. Cólera.
A los cinco años me obligaban a comer en un colegio con la mano derecha. Y ahí aparecía mi ira. Sin palabras. Sólo un silencio y dejar la cuchara a un lado para no comer más. Sólo ese cambio de estado físico y emocional. Sin arrebatos. Parece que te oigo decir me asustas Petra. Lo sé. Pero no soy yo, es mi ira. Y soy zurda, además.
Hoy desperté con la ira instalada en mi cuerpo. Desde temprano. No coincide con días R, ni cosas por el estilo. Coincide con las cuentas impagas, la injusticia, la mentira y la vehemencia de lo incorrecto. Ha sido difícil disimular y agasajar a mi progenitor, hombre al que agasajo siempre que puedo; sin embargo hoy porque a la señora Smart se le ocurrió hacerlo con el suyo, debemos hacerlo todos. Y, poseída por la cólera, le digo lo que ya sabe porque lo dicta la señora Smart. La señora Smart dice que debo recordarte que te amo papá. Lo sé hija, lo sé, pero si la señora Smart lo requiere, dejaré me repitas eso todo el día. Está bien papá, está bien, pero hoy ando idiota. Cuando no hija, cuando no. Pero veré el partido contigo hoy papá, veremos como nuestro equipo pierde miserablemente. Y mi ira crecerá.
Atrás todos. Petra está invadida por la ira. Ah, andas idiota Petra, dice mi hermana al teléfono. Alejaos todos que os dejaré caer la palabra de mis demonios. Vedlo en mi rostro, vedlo en mi pecho. Hoy he despertado sangre y fuego.
Leo, casi con indignación:
Ninguna indignación iracunda, por motivado y necesario haya sido su origen, puede volverse tormento permanente, sin transformarse en una pose falsa.
¿Pero qué me estás diciendo, Magris? ¿Posera? ¿Falsa?
¿Porqué no te vas un poquito a la...
La ironía consiste precisamente en el arte de disimular la ira, de atemperar el acero lingüístico para lograr con él un discurso más efectivo. Rosario Ferré. 1980. http://ensayo.rom.uga.edu/antologia/XXA/ferre/
El día pintaba extraño. Después de visitar la clínica, en donde un paciente es tu pariente algo cercano en la sangre, pero lejano en el trato, concluías que lo viste bien, a pesar de no haber sabido qué decir y sentiste algo raro, que aún no sabes qué es. Al salir de la visita, lo más cercano que has alcanzado a reconocer de tu estado es estrés. La visita te ha estresado. Que no llevas bien tú Petra esto de las emociones, nena. Entonces camino a casa, estresada, has preferido ir a saludar a tu tía a su pub, es su cumpleaños y ya que pasabas por ahí. Te va a hacer bien Petra, oyes. Al primer roncola y la primera partida de brochetas, se habían relajado tus emociones y cuando ya ibas por la tercera te diste cuenta que no sólo te habías relajado, sino que tu cabecita burbujeaba de placer etílico. Un cantante en vivo comenzó a pasear por canciones del pasado, no hago otra cosa que pensar en ti, por halagarte y para que se sepa, tomé papel y lápiz y esparcí, las prendas de mi amor sobre la mesa... Reías a no parar, recordando la infancia. ¿Te acuerdas de ese pololo negro que tuviste, tía? Ella rió, algo sonrojada comenzó a contar su historia de amor en blanco y negro.
Petra era tan linda de pequeña, recordó tu tía. Te sonrojaste y pensaste que eso es lo que te pasaba la mayor parte del tiempo de pequeña. Vivías sonrojándote. La noche se cerraba junto al local y saliste a la calle con ganas de caminar. Tomemos un taxi. No, vayamos a pie. Mejor un taxi, es tarde. No, vayamos a pie, la noche está tibia. Y el taxi se estacionó para llevarte a dormir.
Al día siguiente, despiertas sintiendo rabia por no ser un dromedario, pues mueres de sed. Desayunar una coca-light helada no debe ser muy saludable, piensas y recuerdas que debes volver a la clínica. En el camino, recuerdas quien fuiste y piensas quien eres. Y tratas de identificar lo que tu cabeza dice.
Identificar, piensas. Identificar.
Un joven te dice señora, soy una señora. Un señora te dice señorita, soy una señorita. ¿Usted es pariente? Soy pariente. El celular suena, soy hermana. El celular suena, soy hija. El celular suena, soy amiga. Pulse el botón para cruzar, soy peatón. Dame tu mail, soy cibernauta. Cotizáme para el lunes, soy diseñadora. Es lógico que pienses diferente, soy española. Hablas muy suave, soy chilena.
Identificar. Crear un mapa de las diferencias que te envuelven, de las semejanzas que te hacen compartible.
Y piensas que si oyes todo lo que otros usan para identificarte, te mareas de sentido. Pues todos necesitan identificarte, necesitan no temerte, saber quién eres, acomodarte a sus registros únicos, particulares. A veces según el estándard, otras según la forma o el fondo. Y sí, todo eso eres y puedes ser más, mucho más.
De vuelta a la rutina, un salto de línea te ha enseñado lo frágil de la vida, comprendes que no te es saludable invertir demasiado tiempo en filosofías urbanas. El mundo inventará mil formas de decirte quién eres, pero tú, sólo tú, sabes que no eres nadie más que esa niña que vivía sonrojándose por todo. Lo demás son inventos, triquiñuelas de un existir para otros, para comunicar a otros que ya aprendiste a no sonrojarte. Al menos, no tanto.
Nadie puede por lo tanto escribir sin tomar partido apasionante (sea cual sea el desapego aparente de su mensaje) por todo lo que va bien o mal en el mundo; las desgracias y las dichas humanas, lo que suscitan en nosotros, indignaciones, juicios, aceptaciones, sueños, deseos, angustias, todo eso es materia única de los signos, pero esta que un principio nos parece inexpresable, hasta tal punto es primaria, no tarda en convertirse exclusivamente en algo nombrado.
Roland Barthes, 1967.
Pienso que James hizo lo que hizo por que no tenía un blog en la red a la mano. Y sí. Ahora el loco de James es uno de los más connotados referentes de la literatura contemporánea, vale decir, que te gusten las letras y no haber leído su Ulises equivale a navegar en internet sin saber inglés, puedes, pero te faltaría algo. Lo cierto es que a mí se me ha hecho dificultoso ese libro siempre, algo menos que el otro as, Proust, pero vaya, que lo mío es gozar, no andar extrayendo sabiduría literaria.
El asunto es que Jamie escribió lo siguiente:
Hoy, 16 de junio, ¿quién se acordará de esta fecha?.
Pues te digo Ji, todo Dublín lo celebra chico, hay furor mundial, y como aquí somos de los que siempre vemos más verde el pasto del vecino, lo estaremos celebrando algún día. Ya lo imagino ya, la gente leyendo por las calles párrafos de tu libro, haciendo alusión a lugares que se parecen a los de tu escrito, quien sabe qué lugares serán esos. Será nuestro Bloomsday y estaremos dichosos ese día, seremos más globales que nunca, apuesto. Y bueno cien años es una cifra demasiado redonda para no celebrar, y si se trata de andar feliz siendo Leopold por un día, pues viene bien.
Me dieron ganas de celebrar, sí, voy a inventar un Petrasday:
Hoy, 16 de junio, ¿quién se acordará de esta fecha?.
He dicho. A celebrar.
Cuando una señora excesiva le preguntó a James Joyce: "¿Puedo besar la mano que escribió el Ulises?", el escritor irlandés respondió: "No, porque esta mano también ha hecho otras cosas."
Reseña: Hoy es el centenario de Bloomsday, el día que transcurre la novela Ulises de James Joyce, cuyo protagonista es Leopold Bloom. Esta novela, cuya estructura caótica es notoria, marcó un hito en la literatura contemporánea. El huaso de la foto es James Joyce en un arrebato que le dio por el rodeo chileno, dicen.
En cada rincón de tu piel existe un sabor distinto. Cerezas en tu frente, en tu cuello almíbar. El vientre agridulce y naranjas en tus rodillas. Sometida al festín de tanto placer, glotonería polinómica, el día siguiente.
Esperando la hora para volver a colocar el mantel.
Pude leer que la reunión top BlogStars -June, 11th- fue un éxito. Espero aún poder ver fotos y también poder asistir a la próxima cita a ciegas.
Debido al evento, estuve haciendo un inside, que es mi versión personal de decir que estuve observando (= método empírico) este hábito que he adquirido y que es compartido por muchos.
Pero antes les voy a contar que terminé de leer la novela de la Almudena Grandes, excelente, excelente, pero qué bien escribes Almu, chica, ¿qué comías de pequeña?; y ahora estoy terminando el divertidísimo best seller de Michael Moore; donde deja como chaleco de mono al cara de mono -así le dicen- Sr. Bush Jr. Por si fuera poco, y para que observen mi afán por seguir en el sendero de la cultura popular (y no deduzcan que se pueda deber a que no tengo tv cable, siendo que soy la primera en sorprenderme de tamaña excentricidad), tuve un arranque de compasión y acepté ver Troya. Perdible, pero entretenida, si has leído La Ilíada de Homero y tienes rasgos de sensibilidad para con el poeta, mejor lo dejes stand by de ir a verla, o simplemente te haces la idea de que vas a ver una especie de titanes en el ring americanos dándoselas de seres mitológicos. Aquiles salva, pero es una opinión absolutamente subjetiva del asunto.
Volviendo al tema que convoca a doscientas doce de mis neuronas a tipear desde mi adorado iMac, pues lo que decía tiene relación no con el mundo exterior, sino con el mundo virtual que, a la postre, ya es exterior de algún modo. La tristeza -sempiterna- de mi amigo AM, debo compartirla de alguna manera. Pertenecí, y pertenezco, a la comunidad virtual que él creo, por allá en el año 2000. Teníamos un nexo común: pertenecíamos a la misma escuela de diseño y aproximadamente a la misma generación.
Aquella comunidad era la extensión de lo que antes fuera el o_visual, que pasó a llamarse o_virtual. Eran un grupo de compañeros que se destacaban por sus acciones de diseño, su amistad e ideas del mundo. La comunidad virtual no hizo otra cosa si no volver a encontrarlos y dejarlos atados a través de la red per secula, seculorum. Tuvo un apogeo en donde la amistad volvió a sembrarse y cultivarse. Sin embargo, las transacciones de todo tipo comenzaron a hacer mella, y ha ido decayendo a lo que podríamos llamar un fallo respiratorio de la comunidad, en lo que a lo virtual se refiere. Mea culpa de eso también, of course.
Recuerdo que no participé, aquellos años locos de trabajos, entregas y problemas miles, del o_visual por razones principistas, de principios se entiende (ya te escucho diciéndome eres tan principista para todo Petra). Entre nos, los encontraba algo machistas (Míster AM, you know), la cosa de Club de Tobi (cosa que afecta a women and men y a mí, que soy woman, también me afecta su buen poco) es algo a lo que me ha a costado adaptarme en este querido país. Pero el o_virtual era otra cosa: era virtual.
Esa experiencia me ha enseñado una cosa, al menos yo lo veo así, y es que en lo virtual reproducimos los vicios y virtudes de lo que somos en la realidad. Pasa aquello del postulado teórico que dice la tecnología hace evidente lo que en cada persona es latente. Cuando me acuerde quien lo dijo les cuento.
Ya que hice solidaridad con la tristeza de mi querido amigo, que era la intención de este post, voy a hacer una reseña de las preguntas de Amelia. No supe responder ninguna. Pienso que me lo debo hacer ver. Lo que sí, tengo un secreto: siempre que me he enamorado (es decir, que he entrado en ese estado patético en el que no haces sino pensar en él y todo el mundo se tiñe del aroma, la voz, la piel y el aliento de él), he bailado o he compartido un tema cursilísimo, siempre el mismo. Desde los 14 años. True, de Spandau Ballet. Mi canción. Nuestra canción. La fórmula resulta, porque sigo adorando ese tema y, cuando lo oigo, pasan por mi frente todos los besos, los sabores distintos y las miradas que me recuerdan que para eso vinimos al mundo. Para amar.
Y ser amados, que no vaya ser cosa que se nos olvide esto último.
Corrían, aunque en realidad volaban, los ochenta aún cuando vi por TVE tiempo de amar, tiempo de morir con el guapo John Gavin. La cosa no va por crítica fílmica, eso me da igual, lo interesante en este caso es que estaba doblado con una voz (española) profunda, ronca, que me parecía adecuada a su imagen. Curiosamente, días después, me tocó ver, esta vez por la tv argentina, la misma película. Pero, para mi desencanto, John tenía una voz (mexicana) algo suave, melosa que me perturbó, et pourquoi?
Recordé esto después de leer a Tono y sus divagaciones transexuales. También he permutado mi identidad sexual alguna vez por la red, cuando he jugado. Y es curioso, si pones un nombre femenino algo estereotipado, tus rivales te tratan con cierta suavidad, te van explicando todo, puedes llegar a sentir que eres una subnormal sin vuelta. Si es que no te toca algún desesperado, que ya te quiere ver por webcam en ropa interior y danzándole el baile de los 7 velos. Ahora bien, si el nick lleva un nombre de hombre y juegas con una mujer, también la experiencia tiene sus bemoles. Ya no eres la retrasada mental de antes, pero eres algo como el superhéroe de alguna novela, pasas a ser un ente acosado por tu contrincante. Descubrí que lo más adecuado era echarse 20 o 30 años más, ser tratada como abuelita es más grato, y si pierdes hasta te consuelan. Perturbador. And, why?
Marina, argentina ella, psicóloga, me contaba una vez de una cita con un muchacho que de veras le gustaba mucho:
-y vos no sabés, ahí estaba: estúpida, ¡me puse estúpida, ché!... ¿vos sabés que llegué a decirle?...mira vós que retarada... me puse a tocar unas ligustrinas que habían ahí y le dije que si no pensaba qué bonitas las plantas, ché... y le pregunté qué eran... ¡ché, eran ligustrinas!, ¡y yo le pregunté que eran!... ¿vos pensás qué habrá pensado entonces?, esta tipa es re-ta-ra-da!...-. Es sabido que cuando nos enamoramos, nos ponemos estúpidos, patéticos es mi visión cariñosa del asunto, pero nos quedamos a veces con el estereotipo, pareciera que debiéramos siempre estar en ese estado. Me perturba. E perchè?
La parte más patética, de este cuasi lamento sexista, es la parte del desempeño laboral. Ahí salen los cuatro demonios que duermen en una. No se trata de quien te abre la puerta o quien te habilita la silla, eso es parte de la cortesía, como lo es el servir el café al amigo o no dejarle fregar los platos, cosas que se llevan bien, tiene su cosa cariñosa, es parte del contrato cultural. Lo inquietante es cuando el lenguaje que se usa en una reunión se torna incómodo, es decir, cincuenta disculpas para una, por todos los el gueón, la cagá, la gueá que se emiten. Es cuando me dan ganas de decirle que no me ofende tal léxico, pero que hablai como las güevas, hablai como las güevas, pero una asiente, echando mano a todas esas cositas que tu padre te enseñó para que parecieras señorita. Al final de la reunión, fuiste taaaan señorita que nadie se dio cuenta que estaba frente a un par profesional. Lamentable. Und warum?
No busco respuestas, faltaría más; me interesa algo mucho más sencillo. Quiero mayor transparencia. Aquel o aquella que aprendió a desenvolverse de maravilla en un mundo de estereotipos, cuyo lado más agobiante es el sexismo, debiera saber respetar a aquel o aquella cuya visión es diferente, que no sólo hay que ser homosexual o heteresexual en la vida, hay miles de formas más que ofrece este ser y estar en la vida humana. Es cosa de salir a descubrirlo imagino.
Insondables misterios de la mente, los estereotipos ideados, heredados y tal.
Me quedé helada por la extrema coincidencia y casi no envío el post, pero resultó ser de la misma temática que Casciari en su blog-blog (él es un maestro que nos da tres patadas con su genio bloggero). Pero qué le vamos a hacer, son cosas de las sincronías y coincidencias universales. Los 5 grados, esas vainas y tal.
Tenía pocos años, mi madre me llevaba a la Fundación Miró, el trayecto incluía previo un paseo por el jardín botánico, después algo de arte y una coca-cola en el café de la Fundación. Todo esto en la Barcelona a finales de los setenta. Y no olvidaré ese día: estaba Miró. Sí, el mismísimo Joan Miró dando vueltas por su Fundación. Mi madre como que me empujó para que fuera a mirarlo, y yo como que me dio vergüenza. Pero me acerqué. Lo tuve a mi lado, entre la muchedumbre y muchos críos de mi edad, pero que eran más altos que yo, porque por una razón inexplicable no había crecido mucho. En un arrebato de excentricismo lo toqué por alguna parte. Y, como si de una película rallentizada se tratara, recuerdo el gesto del genio volteándose para mirar hacia abajo y verme. Te admiro Joan, quiero ser como tú ahora, no cuando grande, quiero que a la gente le pase lo mismo que me pasó a mí cuando vi por primera vez tu obra La esperanza del condenado a muerte, quiero ser una poeta visual como dice mi madre, te admiro tanto, tanto... Y enmudecí, sentí un calor immenso a la altura de mis mejillas y una cosa rara en mis rodillas y estómago. El maestro me sonrió y prosiguió con su asedio popular. Lo amé ahí, para siempre.
Barcelona es una ciudad algo cosmopolita, lo que hacía posible encuentros del tercer tipo con famosos, pero una debía hacer como que si tal cosa.
Ibamos por las Ramblas de Barcelona con mi hermana, un montón de gente y yo con mi estatura porfiadamente baja. De repente, mi hermana exhaló una especie de grito sordo, pensé que le estaba dando un shock ahí mismo, entonces me agarró bruscamente de mi hombro, en un afán de querer elevarme y me dijo: -¡mira! ¡mira!, ¿ves ese tipo que va con tejanos, el que lleva un pañuelo en el culo?-. Por suerte lo que mi hermana indicaba estaba a mi altura visual, pude ver, y sí, reconocer el pañuelo, y el culo por cierto: Miguel Bosé. Magro encuentro ese. No como el de Anna, que hasta se sacó una foto con él en París. Brr.
Una vez conocí al argentino Dal Masetto. Fue en circunstancias bohemias de mi adolescencia porteña y lo anecdótico del asunto fue su hermosa dedicatoria en un papel que aún conservo. En el que incluyó su número telefónico, je. Escribió como prólogo a su dedicatoria lo siguiente: a Petra, la de los hermosos hojos. Sí, mis ojos tienen hache, por eso son más hermosos. Me lo descubrió este escritor.
Pero si de escritores se trata, años atrás, aún vivo, no vaya ser que me confundan con alguna militante esotérica, me topé con José Donoso y le pedí un autógrafo, el entonces vejete, me sonrió, muy a desgano me firmó una postal con mi nombre, el suyo y algo más que puso pero que no tuvo nada magistral. Algo acotó de mi nombre, pero a mi me dio vergüenza y no le dije nada, sólo le toqué un hombro, le di un beso y le agradecí. Muy poco excitante todo eso.
También tengo un encuentro magistral de mi bohemia porteña, era el año ochenta y algo, ibamos al Buenos Aires Rockn Pop. Estábamos por detrás del Estadio y alguien dijo ver asomarse a Charly García. Corrimos a ver. Y sí, ahí estaba Charly, se asomó de nuevo por la ventana y nos bendijo: nos escupió. Fuimos felices de llevar el estigma estomacal del genio del rock para siempre.
Pero he pasado un par de chascos, con famosos locales. Una vez aquí en Chile, saludé efusivamente a una mujer en un local, pues sabía que la conocía bien pero no alcanzaba a saber bien quien era, le iba a pedir una silla para poner en una mesa, y ya que la conocía la saludé. Cuando me fui a sentar, me preguntaron de dónde la conocía: -¿porque es la Schlomit Baytelmann-, verdad?-. Horror, claro que la conocía, pero por la tele. Peor fue el caso de ir una vez por la avenida Providencia y confundir a un ex profesor con el ex ministro de Transportes Germán Correa, ése que se peina con un alicate, le di un abrazo y besos. Lo interesante de este error, que no caí hasta que ya me había despedido de él, es que fue el hombre más gentil que haya desconocido alguna vez.
Mi fantasía, o sea, quedar atrapada en un ascensor con Miguel Bosé aún no se materializa, así que seguiré expectante con cuánto famoso me topo. En un libro dice la Rosa Montero, que uno alguna vez en la vida se encuentra casualmente con alguien que te dice cómo serás tú a la edad de ese desconocido. Evidentemente, en mi caso, de famosos no se trata.
Casciari en su post menciona al grupo Parchís, pues bien, el rubiales de ojos azules de ese grupo era mi vecino, fui a su casa un par de veces. Al entrar a la sala de estar había una foto del pequeño que ocupaba toda una pared. Algo increíble. Su madre era adorable, él terrible. .
Siempre me es recurrente la imagen de mi amiga Anna cuando vino a Chile por primera vez, suelo repetir la anécdota: la llevé a la feria, a una feria feria. Los caseritos le ofrecían que se la probara, que tenían la mejor, que no se iba arrepentir, uno particularmente entusiamó a mi amiga y se la probó. Mi amiga quedó padentro. En su vida había probado la chirimoya.
Aquello me sorprendió tanto. Por un momento entendí la distancia entre ella y yo. Yo sabía del sabor de la chirimoya, a mí ya no me sorprendía, de hecho me costó asimilar la textura de esta esculpida fruta. No había emoción ya en comer una.
Sin embargo, después de aquella vez, cada vez que tengo una en mis manos pienso que el sabor de la chirimoya es un sabor que no todo el mundo conoce, que la textura de esta fruta es parte de la distancia de mi paladar y mis creencias con el de algún amigo en Barna, la piel de la chirimoya tiene la suavidad que quizás jamás conoció Miró mientras comía pipas (semillas de maravilla).
Aquellos que cuestionan los noticiarios porque dicen que muestran demasiada violencia por el ráting, me pregunto, ¿habrán pensado alguna vez qué fruta comerá la gente que alimenta el ráting?
O de porqué los diseñadores deben aprender artes adivinatorias.
El año pasado coincidimos ex compañeros de universidad, en nuestra ex Escuela, en un seminario. Al mediodía nos fuimos a almorzar papas fritas con una cerveza en algún local de la calle Dieciocho. De ésos que dejan sus aromas en la nariz por el resto del día. Por supuesto, hablamos de trabajo. Del oficio que no ha sido tomado en cuenta por escritores, ni realizadores o directores de cine: eso de andar en el mundo como diseñadores o designers. De comunicación visual, me gusta agregar para evitar que pregunten si hago ropa.
El U fue el que dijo: -se han fijado esa parte cuando el cliente guarda silencio y sale con un ¿sabes qué me pasa...?-. Y quedamos ahí. Plop.
Y claro, es que este oficio es muy cabrón. De la nada sacas una idea (lo de la nada es mentira porque las ideas fluyen a borbotones, lo difícil es atrapar la correcta, la top, la que te dará el salto a la fama y el dinero y los millones y la casa en la playa y el apartamento en Manhattan). Cuando ya tienes la idea, empiezas a proyectarla en miles de códigos, visuales, simbólicos o por default de algún software amigo. En rigor, la idea debiera ser desarrollada en equipo, debiera salir de las necesidades del cliente; pero al final dejas que las musas te lleven. Que-no-hay-plata-que-no-hay-tiempo-que-para-que-tanto. Pasa una eternidad de 24 horas (porque casualmente el proyecto está en carpeta hace dos meses pero a ti te dicen el último día y lo necesitan para mañana) batallando con tus neuronas, el buen ánimo del mac, un pilato, pilato si Murphy aparece no te desato y mascullando que no deberías permitir tanto abuso.
Como San Expedito ayuda, tienes la presentación a tiempo. Impecable. Sacas de tu baúl de conocimientos todos los argumentos con que irás a defender esa obra de tu genio incomparable. Buscas un buen look: sobrio para empresas formales, algo freak para impresionar cuando el ambiente es más informal o simplemente tratas de usar un perfume agradable, a ver si la persuasión les entra por las narices. Cuando llegas, tu cliente es siempre de lo más variopinto. Y vas a entrar a la reunión, como persignarse se vería raro, rezas para adentro y te mentalizas de que diga lo que diga, tiene la razón. Diga lo que diga, tiene la razón.
Tiene la razón. Diga lo que diga.
Va todo bien, el notebook se portó regio, la presentación fluida, el cliente está relajado, hasta se diría contento, no tartamudeaste ni te dio un ataque de alergia. Soy una cachorrita feliz. Acaba la presentación. Te dices a ti misma que no sabes cómo puede caber tanto talento en ti misma. Y miras al cliente, te vas con algún rodeo, no vaya a ser que se ponga a opinar del diseño. Hablemos de money darling. Y él se echa para atrás de su silla, toma la maqueta en sus manos, la ojea, la revisa, la deja en la mesa y te dice:
-¿sabes que me pasa...?-.
Definitivamente, te dices a ti misma, esto no es lo tuyo. Debías estar haciendo lobby en alguna multinacional o salvando vidas junto a médicos sin fronteras. Cómo decirle ¡NO SÉ LO QUE TE PASA, NI ME IMPORTA! Pero calma. El tiene la razón. Por ende, yo debo saber qué le pasa. Y elevo mis vibraciones, trato de verle el aúrea, adivinar su signo zodiacal, comprender su estrés laboral, quizás algún dolor íntimo. Debo saber qué le pasa.
-¿En qué sentido dices?-, digo para salir del trance intuitivo que no me está dando resultado. Todo mal. No alcanzo a adivinar lo que le pasa, quizás debiera hacer una sesión mediúmnica la próxima vez.
-no, nada, es sólo que me recuerda a Copito International Corporation, lo encuentro demasiado parecido, ¿es posible que hagas otras tentativas? pero unas 2 o 3 para así mostrarle a otros colegas y decidir...-.
Jamás oíste hablar de Copito International Corporation en tu vida, pero cuando alguien vio que tu obra maestra se parecía a algo, se acabó tu obra maestra y empieza a ser una vulgar copia. Es lo peor. Después piensas inmediatamente si la cosa será por el mismo precio, pero te acuerdas que si sales de ahí sin complacerle, hay más de 20.000 diseñadores que lo pueden hacer por la bendita ley de mercado. Te recuerda otras profesiones, pero mejor no piensas en eso.
-Ningún problema...-.
Y regresas al mac con tu vulgar copia en carpeta. Recorriendo en la mente cuántas reuniones han sido en las que has entrado como la top designer que viene a darle al mundo algo de comodidad y belleza, y has salido como una diseñadora de pacotilla que no sabe porqué no hizo caso a la tía abuela que te dijo estudiaras Derecho en la Universidad Católica.
Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte. R. G. d. L. S.
A los dieciséis años, cuando éramos inmortales, con mi amiga Carolina solíamos irnos a algún café por Buenos Aires a conversarnos una coca-cola light, algo tenía esa bebida que nos ponía felices. El tema era arreglar el mundo, evidentemente. Después de diez minutos en ese afán, solía suceder lo que suele ocurrir en conversación de mujeres: ellos. Siempre ellos.
Antes de ellos, estaba el mundo. Después de ellos, el mundo estaba en contra de una.
::: I'm only human / Of flesh and blood I'm made / I am just a man / Human / Born to make mistakes :::
Fue con ella, y a esa edad, que vi una película en que lloré por primera vez en un cine. Por pudor me guardo el título. La segunda vez que una peli me pilló volando bajo fue Camille Claudel, sí, raro ¿verdad?, pero ahí estaba viéndola en mi antiguo tv, acostada y limpiándome los mocos con la sábana. En ese tiempo tenía un novio con el que mantuve una relación por muchos años, él lloraba en las películas siempre, atroz. Claro que el llanto monumental, pantagruélico, festín de lágrimas, nos lo dimos el día que decidimos terminar. Nos llegó a dar hipo. El me decía que no le gustaba llorar porque se veía feo. En aquella ocasión de corazones partidos, en un momento lo observé y le dije: -realmente te pones feo cuando lloras...-. Supongo que después reímos mucho y nos dijimos adiós. Con el tiempo y la experiencia, el llanto post-romance se ha ido llevando con más dignidad. Y he decidido no repetirlo. Es la quinta o sexta vez que lo decido, creo.
::: Don't. Don't you want me? / You know I can't believe it when I hear that you won't see me / Don't. Don't you want me? / You know I don't believe you when you say that you don't need me :::
Después, estaba viendo Magnolia, también en vídeo y pasó de nuevo. Justo en esa parte del wise up que cantan todos a coro. Y pude constatar que las películas no me hacen llorar, es la música. Gran descubrimiento. Me leí El efecto Mozart de inmediato y pude constatar el hecho científico del asunto. Qué alivio. De ahí el nudo en la garganta, casi dolor de barriga, al final de Bailarina en la oscuridad. Y claro, ya me había pasado antes, como a los cinco años en un concierto, le dije a mi mamá que algo me dolía, me dio vergüenza.
::: But it's not going to stop / It's not going to stop / It's not going to stop / 'Til you wise up :::
Desde que supe que la música me ofrecía llantos, he sido más cautelosa en las bandas sonoras de las pelis, pero no hay remedio. Al parecer el hecho científico va más acá que más allá, con ciertos rasgos de personalidad y eventos de la vida. Naqué hacer. Al parecer no lloro mucho, hay una encuesta, del año pasado creo, que dice que las chilenas son muy lloronas (¡1 vez a la semana!). Creo que escapo a la media en este caso. Sin embargo, cuando la pena me alcanza, como le oí decir a una señora amiga -del sur- cuando escuchaba a Leonardo Favio: ...es que me baja un sentimiento....
::: Keep feeling fascination / Passion burning / Love so strong / Keep feeling fascination / Looking, learning / Moving on :::
Seguiré investigando sobre mis llantos y los llantos que amo. Y sobre tus llantos también. Son parte de los misterios que no debo resolver.
::: The big wheel keeps on turning / On a simple line day by day / The earth spins on its axis / One man struggle while another relaxes :::
(la banda sonora de este artículo: Human. Human League / Dont you want me. Human League / Wise up. Aimee Mann / (Keep Feeling) Fascination. Human League / The big wheel. Massive Attack)